Para satisfacer a los clientes, se deben expedir productos de calidad.Se consideran como muy pocos los que podrán contradecir esta verdad fundamental. Por lo tanto no es tan sencillo llevarlo a la práctica.
Con la creciente complejidad de los productos, la regularidad de la calidad dada se transforma en un verdadero rompecabezas.
En efecto, los procesos de fabricación tienen una fuerte tendencia a hacerse tremendamente complejos. Además, debemos señalar que los componentes de bases utilizados para cada producto no son siempre de calidad o de performance igual. Y si por añadidura, los procedimientos de fabricación resultan difíciles de establecer, tendrán inevitablemente hasta la deriva.
Por una u otra razón, al final, numerosos productos se encontrarán fuera de la "normalidad" y de este modo se desviarán de la gama correspondiente a la calidad aceptable para el cliente.
Esa deriva puede llegar a ser muy costosa para la empresa. La gestión de los desechos, de los retoques o de las devoluciones cliente por disconformidad produce unos costes consecuentes recortando gravemente los beneficios esperados.
Tampoco podemos olvidarnos de tener en cuenta la
insatisfacción del cliente. Aunque esté menos palpable por ahora, es la principal
explicación del crecimiento blando, característica de la mayoría de las
empresas.
Si todos los esfuerzos están puestos en práctica para siempre quedarse dentro de esta gama, ENTONCES las ganancias estarán garantizadas.La disminución drástica de los desechos y la satisfacción constante de los cliente representan en efecto la única manera de mejorar su rentabilitad. Eso concerna la empresa en entero. 6 Sigma supera así el simple proceso de mejoría continua estimada por los típicos enfoques calidad.
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